Y parece que no todo se debe a mi repentina voluntad de ir por un poco de comida al súper. Sábado a las 6:48 de la mañana parece demasiado temprano para tener hambre pero si consideramos que mi sistema orgánico tiene una violenta costumbre: me abre los ojos y enciende el switch de «encendido» en toda mi persona desde las 4am sin que pueda frenar o cortar los cables que encienden mi edificio interior. Ese sábado prometía ser uno de tantos; una vez encendido mi involuntario y violento despertar a las cuatro de la madrugada, quise volver a intentar dormir aunque no fuera algo fácil de lograr. El intento, ahora lo sé, tenía un plan macabro. Era demasiado ingenuo y con poca visión y percepción para darme cuenta a las cuatro de la mañana. Todo se dejaría ver a mayor luz del día. Victoria conseguida: pude dormir un poco más logrando cubrir con más ímpetu las sábanas y cerrando los ojos para hacerle saber a mi cerebro que no había prisa ni menos urgencia para brincar a la preparación de lunes a viernes. Vuelvo a a brir los ojos y noto que las siete con veintitrés eran ya y que no sólo cerré los ojos. Me incorporé sin mucha fuerza y percibí que tenía ganas de comer algo pero, recuerdo como golpe de rayo que no tengo nada en mi refri para cocinar. Mi primera solución fue ponerme unos pants, unos tenis y una sudadera para ir rápidamente al super más cercano y conseguir unos huevos, jamón, pan y leche de almendras. Volver lo más rápido posible y cocinar de inmediato. Demasiado bueno, demasiado fácil para mi mala suerte mañanera. Mi frágil conciencia de fin de semana no me hizo pensar en eso: es fin de semana. Sábado por la mañana significa dormir más de la cuenta sin remordimientos. Salir a desayunar a algún restaurante familiar o que esté de moda. A veces nos dan ganas de usar la cocina con calma y sin prisas pero otras veces dan ganas de salir a desayunar fuera y dejar que la cocina permanezca limpia por más tiempo. Yo hice una mezcla desafortunada de ambas sin darme cuenta hasta mucho tiempo después. De hecho, apenas me doy cuenta ahora. Tomar mi coche y dirigirme al super más cercano. Comprar lo necesario y regresar a cocinar. Sábado por la mañana significa también regreso de fiestas familiares, conductores que, las más de las veces, conducen sin mucha atención en el camino ni en ellos mismos. Oh cruel destino mañanero me acechaba como león hambriento esperando agazapado que cruzara por su camino y me hiciera presa inevitable de sus garras. Nada fue tan imprevisto, ni tan impensable como esa mañana que me esperaba desde todos los tiempos. Apenas unos cuantos minutos conduciendo mi pequeño auto, bastarían para hacerme polvorón mis planes de compras al supermercado. A pocos metros de mí, una camioneta grande , de esas que llevan caja trasera; toma vuelta a la derecha en una curva que se le acercaba. Yo no iba para esa curva, así que seguí adelante, sin acelerar, a buena velocidad y de manera normal. Al pasar casi por delante de esa camioneta, ésta se volantea de nuevo a la derecha para intentar, creo yo, retomar la via por la que yo iba. Veo a la camioneta de reojo muy cerca de mí. Un golpecito del lado derecho de la puerta del copiloto me hace frenar a los pocos metros. La camioneta se detiene justo detrás de mí. Me bajo y se baja también el conductor de la camioneta. Un hombre de unos cuarenta y tantos años, vestido con ropa sucia, jeans gastados y llenos de tierra. Un rostro también con signos de horas sin dormir. «¿Por qué no te frenaste?»-Me dice no con gritos pero sí con voz nerviosa. ¿Yo tenía que frenarme?-le respondo molesto pero cuidando el tono mientras ambos miramos el efecto del golpe en mi pequeño carrito. Una abolladura ligera pero visiblemente aparatosa justo en la parte que sigue en la frontera de la puerta con el espacio antes de la llanta. El tapón de la llanta salió hecho pedazos en muchas partes como consecuencia del impacto. El hambre se me quitó. Miro hacia la camioneta y encuentro tres ligeros raspones. Nada de cuidado. No puedo creerlo.
¿Estás bien?- Le pregunto sabiendo que si la camioneta tiene nada de daño, él tampoco tendrá nada.
Es que si no daba vuelta iba a chocar con otro coche que tenía delante de mí- Me dice entre enojado y nervioso.
Pues me diste a mí- Respondo mirándole para encontrar signos de culpa en ese rostro cansado y sorprendido.
¿Tienes seguro?- Le pregunto al tiempo que yo marco al mío pero con dificultad para encontrar el número en los contactos del celular.
No, no tengo- Me responde agachando la cabeza.
A pesar del desafortunado paisaje, yo estaba bien y él conductor de la camioneta también. Mi seguro tardó 5 minutos en llegar a la escena dibujada. Se baja del coche de seguros GNP un hombre delgado, de lentes, tendría unos cincuenta años. Nos saluda amablemente a ambos y nos pregunta qué fue lo que pasó. Nos dice que nos va a interrogar por separado para intentar emitir un probable juicio posterior en busca del culpable. Me interroga a mí primero. Digo todo lo que vi y cómo lo viví. El conductor de la camioneta estaba unos diez metros lejos. Me quedo ahí y el ajustador camina a interrogar al conductor de la camioneta. Regresan ambos y nos dice: Escuchando ambas versiones,(mientras habla, saca un pizarrón pequeño y dos carritos hot wells) y graficando en el pizarrón lo que ustedes me dicen, quién tiene la culpa es el conductor de la camioneta. Dicho conductor se molesta, «No, él- Señalándome a mí- no se frenó». Luego de varias explicaciones, no le quedó más que aceptar su culpabilidad. «Y usted dice- dice el ajustador- que no cuenta con seguro». «Ese va a ser otro problema-continúa el justador- que va a tener que resolver». Al conductor de la camioneta no le quedó otra que ir en el coche del ajustador al cajero más cercano a sacar una suma considerable para librarse de problemas por no contar con seguro de su camioneta.
A los pocos minutos llegaron y el conductor pudo pagar en efectivo la cantidad que el ajustador le pidió, Firmamos unas responsivas, nos dió copia de ellas y pudimos retirarnos de ahí. Mi seguro cubrió todo el daño y regresé a mi casa. No tenía hambre y tardé en comer algo que ya ni recuerdo que fue.
Mi coche está en reparación y en dos días me lo entregan. Ya no salgo los sábados a comprar nada hasta pasadas las doce del día.